¿Son posibles los viajes en el tiempo? Parece un planteamiento muy futurista. Tal vez la humanidad en un futuro desentrañe los misterios del espacio-tiempo y consiga hacerse capaz de manejarlo a voluntad consiguiendo así viajar en el tiempo, hacia el futuro o hacia el pasado.
Pero hemos estudiado incontables casos en los que los saltos en el tiempo les suceden a los testigos de manera espontánea, sin más, tan pronto este interesante fenómeno se los lleva a otro tiempo o realidad alternativa como vuelven a donde estaban después de haber vivido una increíble experiencia. Y en muchos de estos casos, parece que el fenómeno suceda sin más, sin una tecnología detrás provocándolo, como si fueran fallos en la realidad aunque ¿quién sabe? Quizás sí que exista una mano invisible jugando con estos testigos y que actualmente seamos incapaces de percibirla.
Independientemente de si el fenómeno se da de forma natural o si hay una inteligencia detrás del mismo, haciendo que se desenvuelva según su propia voluntad, vamos a ver que, aunque estas situaciones pueden parecer a priori algo moderno, incluso futurista, y más relacionado con el ámbito la ciencia ficción, de hecho, es uno de los temas más recurridos en este género. La realidad en este aspecto puede alejarse mucho de esta concepción.
La mayoría de los casos que hemos estudiado se han dado en los últimos siglos, sobretodo en el s. XX pero… ¿Y si se dieron casos de este tipo también en la antigüedad? ¿Cómo podríamos saberlo? Existen antiguos escritos que pueden sugerir que algunas personas ya vivieron situaciones de este tipo mucho tiempo antes de lo que nos podríamos imaginar.
Textos pertenecientes a culturas diferentes y que nada tuvieron que ver entre sí que describen eventos similares en los que parece que el testigo realiza un viaje en el tiempo como los que podemos ver en las modernas ficciones.
Uno de estos ejemplos lo encontramos en el famoso Mahabharata, la extensa épica nacional de la India y texto fundamental en la religión hinduista que, aunque no existe consenso sobre su antigüedad, se estima que puede datar del s. III a.C.
Uno de los escritos más importantes de esta cultura, redactado en sánscrito y conocido por su gran extensión, cuenta con más de 100.000 versos y que, a día de hoy, muchos hinduistas consideran que relata hechos que tuvieron lugar realmente.
Y, entre las muchas historias que se relatan en este texto, podemos encontrar una en torno a la figura del rey Raivata Kakudmi perteneciente a la dinastía Sun, que se consideraba eran descendientes del propio dios Surya, una importante deidad solar.
Se le presenta como a un rey benevolente y un buen general en la batalla, que gobernaba un reino próspero gracias a sus buenas gestiones y como padre cándido de varios hijos, pero especialmente devoto al cuidado y bienestar de su hija Revati.
Y cuando su bella hija llegó a la edad de desposarse, su padre se preocupó en gran medida pues consideraba que no había hombre sobre la Tierra digno de ella, y con esta preocupación quiso dirigirse directamente al dios creador Brahma para pedirle consejo y que le indicara quién podría ser digno de su maravillosa hija.
Así que, junto a Revati, fue al Brahmaloka, el mundo de Brahma. De hecho la palabra ‘’Loka’’ significa en sánscrito ‘’mundo’’ y en la mitología hinduista se considera que existen 14 lokas o mundos; 7 superiores y 7 inferiores. Este mundo en concreto, sería el superior a todos, un mundo eterno y lleno de dicha y sabiduría.
En el mundo del todopoderoso Brahma este rey esperó pacientemente a que unos seres celestiales interpretaran una pieza musical para su deleite y, al acabar ésta, se dirigió a la deidad para plantearle su preocupación y solicitar su consejo, incluso presentó una pequeña lista de posibles candidatos que había hecho.
Pero para su desconsuelo, la respuesta que encontró por parte de este dios entre carcajadas, fue descorazonadora:
‘’ ¡Oh rey! Todos a los que habías decidido aceptar en el fondo de tu corazón como yernos, todos murieron con el paso del tiempo’’
Le explica entonces que el tiempo pasa de forma diferente en los diferentes planos de existencia y que, en este caso, habían pasado 27 chatur- yugas en la Tierra, lo que serían 4 de estos ciclos completos. Teniendo en cuenta que cada uno de estos yugas completos como medida de tiempo representa unos 4 millones de años en la Tierra, el rey quedó desolado.
‘’27 Chatur-Yugas han pasado ya. Aquellos sobre los que podías haber decidido se han ido ya, y también sus hijos, nietos y otros descendientes. Ya no podrías ni escuchar sus nombres. (…) Ahora estás solo, y tus amigos, tus visires, sirvientes, esposas, consejeros, ejércitos y tesoros, hace mucho que fueron borrados por la mano del tiempo’’
El dios le ofreció consuelo y le indicó que otra deidad, Vishnu, estaba en ese momento encarnada en la Tierra bajo la forma de Balarama a quién recomendó como esposo para Revati. Y así hicieron, padre e hija volvieron a la Tierra, que encontraron tan cambiada que estaba casi irreconocible, y notaron que la humanidad espiritual y físicamente estaba a un nivel más bajo que cuando marcharon. Finalmente, y después de haber casado a su hija dignamente con un dios encarnado, se retiró a las montañas a meditar como un asceta hasta el final de sus días.
Resulta interesante ver cómo la antigua concepción del tiempo hinduista parece hacer referencia en cierto modo a las modernas concepciones sobre la relatividad del tiempo y cómo éste puede desenvolverse de formas diferentes para diferentes espectadores, pero este no es el único relato de este tipo.
En Japón encontramos la leyenda del pescador Urashima Taro que salvó a una tortuga en la playa de unos niños que la estaban golpeando y la devolvió al mar. A los pocos días, la tortuga volvió a buscarle mientras él se encontraba pescando en su barco y en agradecimiento, le pidió que le acompañara al palacio submarino del dragón.
El pescador aceptó la oferta y en este maravilloso palacio descubrió que la tortuga era en realidad una princesa, hija del rey dragón del palacio de cristal bajo el agua, y ahí pasó pocos días en los que le agradecieron y agasajaron pero pronto deseó volver a su hogar.
La princesa trató de disuadirle pero no lo consiguió y, finalmente, el pescador partió de regreso a casa con una pequeña cajita que le había obsequiado la princesa y que le dijo que jamás debía de abrir, pasara lo que pasara.
Al volver, el pescador se encontró con que todo había cambiado. Su casa ya no estaba, sus padres ya no estaban, ni ningún amigo o conocido. Había pasado demasiado tiempo, 300 años había estado fuera en lo que para él sólo habían sido pocos días. El tiempo discurría de forma diferente en el palacio del fondo del mar.
Lleno de pánico y sin saber qué hacer, recordó que tenía la pequeña caja que le había obsequiado la princesa y la abrió a pesar de la advertencia. Un humo blanco salió de caja, y en un abrir y cerrar de ojos, todos esos años pasaron a la vez para el pescador.
En este relato japonés, podemos apreciar, al igual que en su correspondiente indio, que se describen lugares en los que el tiempo discurre de forma diferente a la que estamos acostumbrando y así, los protagonistas de estas viejas leyendas realizan un viaje en el tiempo, sin saberlo y sin pretenderlo.
Existen más relatos en torno a este concepto, y uno de ellos aparece en una historia cristiana e islámica, pero cuyo origen podría trazarse mucho tiempo atrás. Es la leyenda de los siete durmientes de Éfeso, que narra cómo siete jóvenes de familia noble, primeros cristianos, rehusaron realizar un sacrificio a los dioses durante el mandato del emperador Decio y tuvieron que huir bajo pena de muerte.
Los chicos acabaron escondiéndose en una gruta y quedándose dormidos, pero los hombres del emperador los encontraron y este dirigente mandó que se bloqueara la entrada de la cueva para que no pudieran salir.
Pasados más de cien años, ya en el reinado de Teodosio, cuando el cristianismo se había convertido en religión oficial del imperio, un noble mandó abrir la entrada de la cueva pues quería utilizarla como establo para su ganado y ¡cuál fue su sorpresa al encontrarse con siete jóvenes despertándose!
Mayor aún fue la sorpresa de los jóvenes al caminar por la ciudad y ver iglesias y cruces y gente practicando el cristianismo sin miedo.
Unos jóvenes que habían pasado más de un siglo dormidos sin inmutarse para despertar habiendo realizado un viaje en el tiempo. Esta leyenda se identifica con otra muy similar que aparece en el Corán, en donde un grupo de jóvenes llegan a una cueva, guiados por dios, huyendo de una persecución, y dios les hace dormir durante 309 años.
En la Biblia podemos encontrar otra referencia con respecto a esta idea. Concretamente en el deuteronómico libro de Baruc se narra un momento en el que el profeta Jeremías estaba sentado con unos amigos, entre los cuales se encontraba el joven Abimelec, al que enviaron a buscar higos, el chico obediente marchó con una cesta y cuando llegó a la higuera y la hubo llenado se sintió cansado así que se sentó y no pudo evitar quedarse dormido.
Al despertar se dio cuenta de que estaba atardeciendo y temiendo haberse retrasado demasiado corrió hacia la ciudad que encontró repleta de soldados extranjeros y al preguntar y ver que la fruta de su cesta estaba todavía fresca, se dio cuenta de que habían pasado más de 60 años desde que se quedó dormido pero también se percató de que se había obrado un milagro pues él y el contenido de su cesta continuaban igual.
Es posible que los relatos sobre testigos que actualmente relatan haber experimentado algún tipo de desliz temporal, no sea algo propio de nuestros días. Si ya hubiera sucedido en la antigüedad, estas experiencias se plasmarían por escrito o sobrevivirían en la tradición oral llegando hasta nosotros en forma de leyenda, unas leyendas como las que acabamos de estudiar.
Un eco muy distante de una situación que parece ha venido acompañando a la humanidad desde tiempos muy antiguos, relatos sobre personas que, sin pretenderlo, dejaron de estar en su tiempo y aparecieron en otro, realizaron un viaje en el tiempo.
Quién sabe si estos saltos o deslizamientos en el tiempo fueron ocasionados de forma natural, debido al fluir del tiempo o a algún error en la realidad o si fueron la voluntad de alguno de esos seres a los que en aquellos tiempos llamaban dioses.